La máquina de matar

por Adriana Sylvia Narvaja 
Esta nota fue escrita con motivo de una matanza que se proponía para terminar con el problema de la superpoblación de perros sueltos en la ciudad de Neuquén, capital de la provincia de Neuquén, República Argentina. De allí, este texto que transcribimos aquí. Las razones de ellos son las mismas. Las nuestras, también, pero más firmes.
        Para vergüenza de todos nosotros, Neuquén oficializó lo que sólo en las pesadillas puede pensarse: matarán a los perros de la calle. De acuerdo con la diputada que presentó el proyecto, este homicidio se cuenta de otra forma, con otras palabras: “ocuparse en forma eutanásica de la fauna urbana”. Paradojas del idioma, muchos creen que cambiando las palabras se cambian los actos. Se oculta la verdad detrás de las palabras. Pero no es así.
        Cuando se cambian las palabras pero se mata, lo que se está haciendo es transformar al Estado en una máquina de matar. Ya sabemos que el Estado, como toda actividad humana, tiene sus falencias, no podemos negarlo. Pero de allí a transformarlo en una máquina de matar, hay un recorrido largo, que empieza con leyes como éstas, denigrantes de la raza humana. Criminales.
        Pero lo peor es que, al transformar al Estado en una máquina de matar, se arroja al barro la lucha de tantas y tantas generaciones, que trataron de impulsar la idea de Estado. La cuestión es histórica: durante toda la vida de la Humanidad, siempre (salvo contadas excepciones en la Historia de Occidente), hubo reyes. Autoridades absolutas. Dignatarios elegidos por sus pares, o bien por vía de la herencia. Devenidos “reyes” por el poder de Dios, supuestamente. Incuestionables. Que disponían de la vida y la muerte de las personas, de sus bienes, de sus hijos, de sus mujeres, de sus animales. Es la ley del más fuerte. Y muchos murieron para acabar con ese régimen y establecer un poder equilibrado, formado por tres poderes cuyas autoridades eran elegidas por el pueblo, ya que el poder es del pueblo y de allí va a las autoridades.
        Esta idea, que es una idea moderna y revolucionaria, es una enorme conquista de la Humanidad. Con sus falencias, el Estado es una abstracción, sí, pero es la mejor abstracción que tenemos. Algunos hacen hincapié en que no sirve, que la Humanidad no tiene que tener fronteras, etc. Pero hoy por hoy, el Estado nos representa a todos.
        Pero no para matar. A nosotros no nos representa un Estado que mate, sea a  animales, sea a personas. Por eso estas leyes denigran lo que tanta sangre y tanta lucha costó, lo que llevó miles de años de cárceles, torturas y muerte para terminar, de una buena vez, con la autoridad absoluta. Con la falta de derechos. Y el Estado es otra cosa. El Estado es participación, y es compromiso, y es educación, y es conciencia.
        Y jamás el Estado debe ser muerte ni olvido ni falta de justicia ni carencia de sensatez. Y jamás debe mirar para otro lado. Pero eso depende de todos, porque al fin, como dijimos, el Estado es una abstracción, es un esquema de vida. Pero el contenido se lo damos nosotros. La fuerza se la damos nosotros. La vida se la da la vida de la gente. Y a favor de la gente. Y a favor de la vida.
        Y los animales son parte inescindible de la vida que vivimos. Tenemos obligación de cuidarlos y respetarlos. Ni más ni menos. No de matarlos, ni convertir el Estado en una máquina de matar.
Adriana Sylvia Narvaja es docente y periodista de Quilmes, República Argentina, y conductora del programa "Algo Especial Protagonista del Presente", que no volvió al aire todavía.

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