Habla Frankenstein, el monstruo que habita también en nosotros

        “Llegué a descubrir algo de más importancia todavía, pues noté que aquella gente tenía un método para comunicar sus experiencias y sus pensamientos por medio de sonidos articulados. Vi también que las palabras por ellos pronunciadas provocaban placer o dolor, sonrisas o tristeza en el rostro de quienes las escuchaban. Era aquélla una ciencia divina y deseaba ardientemente dominarla, pero fracasé en todas mis tentativas. Pronunciaban las palabras con rapidez y como, además, no veía en ellas relación alguna con objetos visibles, me resultaba imposible hallar clave alguna para comprender el misterio de su significado. Sin embargo, y después de escucharlos y mirarlos con gran atención durante varios ciclos de la luna, descubrí los nombres que les daban a algunos de los objetos más comunes. Aprendí y apliqué las palabras: fuego, leche, pan y leña. Supe también cuáles serán los nombres de los habitantes. La joven y su compañero tenían varios; el anciano, en cambio, poseía uno solo: padre. La niña era llamada hermana o Ágatha, y el joven, Félix, hermano o hijo. No podría describir el placer que sentí al comprender las ideas indicadas en cada una de estas palabras y llegar a pronunciarlas. Distinguí aunque sin comprender su significado, varias otras palabras, tales como bueno, querido, desgraciado.
        Después de admirar las formas perfectas de mis vecinos, su gracia, su belleza y su tez delicada, me aterrorizaba al verme en el transparente estanque. Al principio me sobresalté, incapaz de creer que fuese mi persona la que se reflejaba en aquel espejo, y cuando me convencí de que era el monstruo que soy, me acometió un profundo sentimiento de pena y mortificación. No alcanzaba, sin embargo, a comprender aún las consecuencias que tendría mi terrible deformidad. 
        Mis pensamientos me impulsaban a dedicarme con renovado ardor a aprender el arte de la conversación. Mis órganos eran rudos pero dóciles y aunque tenía una voz muy distinta a la suave música de la de ellos, llegué con relativa facilidad a pronunciar las palabras que les oía. Hacía el papel de asno de la fábula el asno y el faldero, pero sin duda el buen asno, cuyas intenciones eran excelentes aunque sus modales fuesen rudos, merecía un trato mejor que los golpes y los insultos. 
        Las agradables lluvias y el clima templado de la primavera dieron un aspecto muy distinto a la tierra. Los hombres, que hasta entonces parecían haber estado escondidos en sus cuevas, se dispersaron por el campo para dedicarse a los diversos cultivos. Cantaban los pájaros con tonos más agradables y empezaron a brotar las hojas de los árboles. ¡Qué deliciosa resultaba entonces aquella tierra que hasta poco antes era desnuda, húmeda e inhospitalaria! Se elevaba mi espíritu con el encantador resurgimiento de la vida en la naturaleza. Olvidado ya el pasado, veía frente a mí un presente tranquilo y un futuro iluminado por los rayos de la esperanza y la alegría”.
Mary W. Shelley
“Frankenstein, o el moderno Prometeo” 
Clásicos de la Literatura Fantástica
Terramar Ediciones
año 2004
Imagen de portada Frankenstein - Del sitio Youtube.

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