De rayos y otras omnipotencias

       
 por Adriana Sylvia Narvaja,
conductora del programa de radio 
        No hay caso, hay gente que cree que es invencible. Será que se creen Hi-man, o será que se creen Highlander. Como sea, sucede en todas partes del mundo, en Argentina y en muchos  otros lugares también. Pero como no conocemos otros países más que por las noticias que nos llegan, hablamos de nuestro país, que es donde estas gentes, o existen en mayor cantidad que en otras partes, o se multiplican de alguna extraña manera, o quizá vengan masivamente en plato volador. Pero que los hay, los hay.
        Viene a cuento esta introducción para marcar qué difícil hacer campañas de prevención en nuestro país.  Durante muchos años no escuchamos las necesarias e imprescindibles campañas de bien social que tanto pedimos, simplemente porque no existieron, y como consecuencia la gente sigue “naturalizando” lo que está mal, y reniega de cualquier consejo que se le dé en cualquier materia. Rechazan consejos de salud, de vialidad, de prevención de enfermedades. Y luego, cuando pasa lo que pasa (y resulta que siempre pasa) es “culpa del Estado”. Sí, es culpa del Estado, por la falta de campañas. Pero también culpa de la gente.
        Así por ejemplo, durante años se explicó qué peligroso (enormemente peligroso) era bañarse en las temidas tosqueras. Nada. La gente se bañaba igual. Al menos, durante muchos años, se ahogaron dos o tres vecinos por verano, cuando el sol pega fuerte y si no hay forma de refrescarse, ni piletita, ni agua, muchos se iban a la tosquera. No les fue bien: la tosquera no es una pileta, y muchos murieron.
        Ahora, con el dengue, se viene hablando y hablando. Nada. Se pide que se tiren los cacharros, que se saquen las gomas de auto usadas, que se entienda que el dengue MATA. Nada. Como siempre, muchos se creen Hi-man y nada les sucederá. La omnipotencia puede más. Peligrosos ambos dos: el dengue y el creer que “nada puede sucedernos”, como si estuviéramos tocados por la varita del Hada Patricia.
        Vienen los rayos, el cielo se pone violeta, suenan los truenos, y la gente no se mueve de la playa. Ponen la bandera nueva, la negra con el rayo, y todos la miran como si fuera la del Perla Negra, la bandera con la calavera y las dos tibias cruzadas, y miran a ver si viene Johnny Deep. Tibia también es la reacción de la gente: ni se mueve. Ya murió mucha gente por los rayos de la playa, pero nada. No se mueven.
        Lo mismo sucede con lo demás, la prevención del HIV, las barreras bajas, los semáforos en rojo, la navegación con tormenta, el internarse en donde dice “no pasar”, en meterse en el río contaminado, en fin, nada parece dar resultado. La gente, convencida de que “nada les va a pasar”, no responde. Y todas estas acciones se traducen en muerte, o en accidentes gravísimos.
Mientras tanto, nos piden a los periodistas “que de una vez por todas digamos la verdad”, ¡y guay que la digas!, porque entonces sí se enojan. Porque muchas personas sólo quieren oír lo que quieren oír siempre: primero y principal, LA CULPA SIEMPRE ES DE OTRO. Segundo, EL ESTADO TIENE QUE VIGILAR AL OTRO, NO A MÍ. Yo tengo “razones suficientes” para hacer lo que hago mal, pero “no es cuestión de que lo hagamos todos”. “Vigilar y castigar”, a la manera del libro de Michel Foucault, pero siempre hacia otros. No hacia mí, que soy Hi-man.
        Recuerdo una conversación que tuve hace muchos años con el excepcional Jefe de Bomberos de Quilmes, Salvador Ingrassia, cuando me contaba que los bomberos se apostaban en la Ribera para avisar a la gente que no se meta en el canal del río, por su peligrosidad. La respuesta no se hacía esperar: la gente le tiraba piedras a los bomberos. Lo contaba con amargura.  Nosotros también.
        Se ve que el mensaje no llega, o no es bien claro, o no es insistente, como sí vemos en los canales de otros países, que insisten e insisten. Aquí no: cuando algo pasa, los canales de televisión   aparentan  “rasgarse las vestiduras”, y luego… nada. Nadie toma el mensaje. Nadie aprende. Vale tanto para la basura en las calles, como para los árboles que se quitan de las veredas (que es ilegal), como para los perritos abandonados por falta de la sencilla identificación. La gente no quiere cambiar. ¿Para qué? Si nada nos va a suceder. No vamos a tener que afrontar las consecuencias, jamás. Somos Highlander. Bien por nosotros.
        Gracias a Dios, la educación derrota no sólo la ignorancia, sino también la omnipotencia. Es evidente que es hora de cambiar, y no porque lo diga un gobierno. Los gobiernos pasan, el pueblo queda. Pero el pueblo tiene que estar a la altura de su Historia. Habrá que pensar a qué alturas estamos nosotros… o quizá nos falte remontar vuelo.
Afiches de campañas publicitarias de bien público - Del sitio de Google.
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