Cuentos para chicos

por Adriana Sylvia Narvaja
Las trampas de Antenor
        De lo que pasa en la selva, yo me entero de todo. Y eso porque tengo amigos en todas partes. Sea mono o mariposa, cascarudo o puercoespín, yo soy amiga de la Naturaleza, y lo que pasa allí, como diría Petete, me interesa, me interesa.
        Así me enteré del lío que se armó con Antenor, el antílope más pequeño de los Antúñez, que son un montón: mamá Impala, papá Orix, y los hermanitos Antolín, Antonio, Antonella y Antenor, todos antilopitos.
        El más chico, como dijimos, es Antenor, y de él estaban hablando el otro día los monos babuinos, todos reunidos charlando y conversando de cosas de la selva, mientras compartían una agradable merienda de budín de hormigas y ciempiés. A mí me ofrecieron, pero yo les dije que no, gracias, que ya había tomado mate en casa. Y me senté a escuchar...
        Resulta que los antílopes son los grandes deportistas de la selva. Desde chiquitos, entrenan horas y horas con un único fin: alcanzar la velocidad del viento. Apenas caminan, las mamás antílopes los impulsan, con juegos y carreritas, a que corran y desarrollen sus patitas.
        Pero Antenor no quería. Lo aburría correr de aquí para allá, no le gustaba. Jugar a la mancha, vaya y pase; al poliladron, todavía, pero correr, correr por correr, ¡para él era un plomazo!.
        Así se lo dijo a papá Orix, y el papá se enojó muchísimo.
- ¡Cómo un plomazo! El entrenamiento es parte de nuestra vida. ¡Correr es nuestra vida! Aquí, en la selva, los antílopes son perseguidos por muchos animales. Pero el más temible es el guepardo, que puede correr tan rápido como nosotros...
        Antenor hacía que escuchaba todo, pero le entraba por una oreja y le salía por la otra (con cuidado de los cuernos, claro está). Él seguía pensando que todo era muy aburrido y cansador. Además, al guepardo él no lo había visto nunca, ¡quién sabe si no sería un invento de los grandes, como cuando dicen que viene el cuco si los chicos no comen toda la comida!. “Sí, algo así, como el cuco o el hombre de la bolsa, algo para que nos vayamos a dormir temprano” pensaba Antenor.
        Entonces, cuando mamá Impala, después del desayuno, los alineaba a todos y daba la voz de “¡ya!” para que los antilopitos empiecen a correr y poder supervisar sus progresos en velocidad, Antenor se quedaba detrás de los demás. Una vez que mamá Impala tomaba su lugar delante del grupo, y no lo veía, el antilopito se escondía detrás de una piedra grande, o un arbusto, o alguna cueva, y los miraba alejarse. Luego se iba a dar saltos detrás de las mariposas, a tomar agua del río, o a pasear entre las cebras, que lo miraban con extrañeza.
- ¿Qué hace Antenor por acá? – preguntaba una cebra.
- No sé, le habrán dado permiso. Nadie se aparta de su rebaño si no le dan permiso...
- Andá con tu gente, Antenorcito, a ver si te perdés... – le recomendaban.
Impala 
        Antenor decía que sí, pero se iba para otro lado, a ver a las jirafas. Y cuando los antílopes volvían, les decía:
- ¿Pero cómo tardaron tanto? Yo hace rato que llegué. Me parece que tienen que practicar más... – y se iba moviendo la cabeza de lado a lado.
        Impala desconfiaba, pero no quería decirle nada a papá Orix, hasta no saber bien qué sucedía.
        Pero el guepardo no es el cuco, ni el hombre de la bolsa. El guepardo existe y es real, y es más rápido que el viento. Su comida proferida son los antílopes chiquitos, como Antenor, y muy pronto el antilopito iba a saberlo.
        Se había escapado otra vez, y anduvo dando vueltas por las madrigueras de los suricatos, olisqueando la hierba, saltando troncos caídos, hasta que llegó a un claro que está cerca del río, donde el guepardo tiene pista para correr.
        Quedó Antenor solo, en medio del claro, como una presa perfecta para el rey de la velocidad. ¡Y él tan chiquito!
        Comenzó a correr, con toda el alma, con el guepardo disparado como una flecha, hasta que, en pocos minutos, sintió que le faltaban las fuerzas. Y ya casi cuando se daba por atrapado, cuando ya sentía el aliento del guepardo que lo perseguía, escuchó un gran golpe, y un grito felino.
        Era Orix, su padre, que venía en su ayuda, y le había dado un tremendo topetazo al guepardo, impidiéndole llegar hasta su pequeño hijo.
        Así le salvó la vida, y a la vez le dio una gran lección, la de escuchar y atender las recomendaciones de sus mayores, y marchar prontito a “hacer los deberes” de antílope: entrenar para correr como el viento. Saber correr para salvar su vida.
        Y fue de esta manera –terminó de contar un babuino- que Antenor dejó de hacer trampas, y entrenó. Ganó velocidad y ahora sus padres están más que contentos con él.
        ¡Con decir que se va a presentar en las próximas Olimpíadas! Los babuinos ya están convocando gente para hacer la “hinchada” y piensan festejar en grande, con pastel de frutas y bichos bolita.
        ¡Que me inviten, pero que no me sirvan!
Orix 
Dramáticos momentos de la cacería de un guepardo en Youtube 
https://www.youtube.com/watch?v=W_jl6JqDPFc

Más información sobre antílopes en el sitio Todo sobre Antílopes
http://todosobreantilopes.blogspot.com.ar/

Más información sobre guepardos, con video, en el sitio ABC.es.
http://www.abc.es/ciencia/20130612/abci-guepardo-cuatro-veces-potente-201306121445.html
Foto de portada - Impala - Del sitio Uncomo
http://animales.uncomo.com/articulo/cuales-son-los-animales-que-mas-saltan-del-mundo-15732.html
Foto del Antílope Orix - Del sitio Fundación Temaikén
http://www.temaiken.org.ar/sec_temaiken_subsecciones.php?bioparque=3
Foto del Antílope - Del sitio Animalitos Creación de Dios.
http://animalitoscreaciondedios.blogspot.com.ar/2010/11/animaliitos-en-via-de-extincion.html


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