Cuentos para chicos

por Adriana Sylvia Narvaja
Valiente Autobomba
- ¡Cuando sea grande, voy a ser bombero, má! – decía Miguelito mientras corría con  Autobomba por toda la casa.
- Bueno, hijo, cómo no. ¡Pero mirá que para ser bombero hay que ser muy valiente...! – le recordaba la mamá.
- Mi carro de bomberos es muy valiente, má, ¡no sabés a cuánta gente salvó! A casi todos los muñecos de Micaela... – explicaba el dueño de Autobomba, el camión de bomberos valiente.
- ¡Los muñecos son muñecos, nene! – le decía Micaela, su hermana mayor, explicándole siempre las cosas como si no las supiera.
- Bueno, ya va a salvar gente, también, cuando sea el momento. ¡Esperen y van a ver!... – decía convencido Miguelito.
        Así pasaron los días. Autobomba salvó al gatito de  Micaela, que maullaba no muy a gusto  mientras Miguelito lo paseaba por la cocina.
- Dejá a mi gato, nene! ¿No ves que no le gusta que lo paseen? – protestaba Mica.
- No lo estoy paseando, lo estoy salvando. Ahora mismo lo llevo a la enfermería, para que lo vea el doctor... – decía serio el bombero Miguelito.
- ¡Este chico me saca de las casillas! – se iba protestando Micaela.
        Al perro no lo pudo rescatar porque era enorme y aplastaba el camión, pero sí  viajaron la tortuga y el hámster, al fin sanos y salvos.
- Pero... ¿cuántos incendios hay tu barrio, hijo? – decía divertida la mami mirándolo mientras cosía.
- ¡Un montón, má! ¡Un bombero nunca descansa!. Ahora voy para allá, creo que descarriló un tren. ¡Es muy peligroso, pero mi camión es valiente!...- se iba diciendo el nene.
        Y así pasaba el tiempo, hasta que llegó Navidad, y mamá prendió velas para adornar la mesa. Todo iba bien hasta que, en el momento del brindis, Mica tiró una de las velas sin querer.
        La vela cayó sobre los adornos del centro de la mesa, y se hizo un pequeño fuego.
        Rápidamente, todos se corrieron para atrás, pero mucho más rápido aún, Miguelito, que tenía a mano su autobomba, tomó la jarra de jugo de naranja y la tiró, con cubitos y todo, sobre la llama.
        Todos aplaudieron y el Papá abrazó a Miguel. Mamá y Mica lo felicitaron mientras limpiaban el jugo que chorreaba por toda la mesa. Al  fin, nada serio había pasado.
- ¡Les dije que mi Autobomba no iba a fallar!– decía Miguelito mirando a su camión. Es el más valiente del cuartel...
- ¡Sí, claro, nene, una autobomba que dispara cubitos!... – protestó Micaela, y se fue a escurrir el trapo  rejilla.
FIN 

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