Rosas, el rostro feroz de la Patria

“Si no se dirige bien una revolución, si el espíritu de intriga, ambición y egoísmo sofoca el de la defensa de la patria, en una palabra: si el interés privado se prefiere al bien general, el noble sacudimiento de una nación es la fuente más fecunda de todos los excesos y del trastorno del orden social. Lejos de conseguirse entonces el nuevo establecimiento y la tranquilidad interior del estado, que es en todos tiempos el objeto de los buenos, se cae en la más horrenda anarquía, de que se siguen los asesinatos, las venganzas personales y el predominio de los malvados sobre el virtuoso y pacífico ciudadano” 
(“Plan Revolucionario de Operaciones”, Mariano Moreno, 1810)

“Que el ciudadano obedezca respetuosamente a los magistrados; que el magistrado obedezca ciegamente a las leyes;  éste es el último punto de perfección de una legislación sabia; ésta es la suma de todos los reglamentos consagrados a mantener la pureza de la administración. ¿Pero cuál será el resorte poderoso que contenga las pasiones del magistrado y reprima la inclinación natural del mando hacia la usurpación? ¿De qué modo se establecerá la obediencia del pueblo sin los riesgos de caer en el abatimiento; o se promoverá su libertad sin los peligrosos escollos de una desenfrenada licencia? Equilíbrense los poderes y se mantendrá la pureza de la administración ¿Pero cuál será ese equilibrio? (…) ¿Quién de nosotros ha sondeado bastante el corazón humano, para manear con destreza las pasiones; ponerlas en guerra una con otras; paralizar su acción y dejar el campo abierto para que las virtudes operen libremente?
(Gazeta de Buenos Ayres, Mariano Moreno
edición extraordinaria del 6 de noviembre de 1810)
        El hombre rubio de ojos hermosos, azules. El hombre frío, enigmático, cruel y sanguinario hasta el extremo. El hombre que frecuentaba los barrios de los negros y los gauchos. El hombre al que Encarnación Ezcurra amó casi hasta la locura. El hombre hermoso. El hombre al que quisieron asesinar. El hombre acusado de tantos homicidios. El hombre de la Mazorca. El hombre padre de Manuelita. El hombre que fue dueño y señor de la Argentina, y murió en la pobreza en Inglaterra. El hombre que “ni el polvo de tus huesos la América tendrá”. El hombre odiado. El que mandó a fusilar a Camila O’Gorman. El hombre que defendió la Patria. El hombre que recibió el sable del gran General Don José de San Martín por "la firmeza con que ha sostenido el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarnos….".  Un hombre cuyo nombre causaba tanta lealtad, tanto amor, tanto odio, que aún hoy se discute por él.  Un hombre que quizá le torció el brazo a la Historia.
        Ese hombre es Don Juan Manuel de Rosas, “el hombre fiera”, al decir de Vicente Fidel López. El hombre que pinta Gabriel Di Meglio en su libro “¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en tiempos de Rosas”, de Editorial Sudamericana. El hombre metido en una época de odios tremendos que continúan hasta hoy, el hombre que fue convocado para unir a una nación que se disgregaba a cada paso, que se deshilachaba en cada esquina, desmembrándose por el caudillismo, las luchas fratricidas, los intereses políticos (que lo elevaron a Rosas hasta la cumbre para abandonarlo cuando ya no les fue útil), y afuera, sobre el río, la presión permanente de la posible invasión de la armada anglo-francesa. Contra todo y contra todos luchó este hombre, vituperado hasta el extremo (recordemos los versos de José Mármol, que transcribimos, y la novela “Amalia”, que tantas lágrimas arrancó), ensalzado, idolatrado, y aún poco antes de morir los matadores de Quiroga, acusado de haberlos enviado a matar al caudillo, cuando hay cartas que indican que Don Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga eran amigos y compañeros de lucha y de ideales.
El historiador Gabriel Di Meglio 
        En este panorama lleno de pasiones tan encontradas, de miedos tremendos por el accionar de la temida Mazorca, se mueve Gabriel Di Meglio.  Cierto tono monocorde, por momentos, y  la falta de cierta puntualización de los hechos, lo compensa con un arte de describir situaciones que se parecen mucho a una pintura de época. Se compensa en los detalles, como el de las mujeres que se pelean en la calle por ser rosistas o antirosistas, y una le rompe a otra la peineta que tantas veces vimos en los cuadros de los artistas del Siglo XIX. O la famosa “máquina de disparar”, un ingenioso dispositivo con el que se intentó asesinar a Rosas, y casi le quita la vida a su hija Manuelita, que fue a abrir un supuesto regalo que tenía adentro un mecanismo destructor para terminar con la vida del caudillo.
        Quizá el mérito del libro radica comenzar sus páginas con un final reivindicativo, como es la muerte en la horca de los dos hombres más temidos, laderos de Rosas y cabezas de la Mazorca: Ciriaco Cuitiño y Leandro Alén, el padre de Leandro Nicéforo, quien cambiara su apellido por Alem para no verse atrapado por la trayectoria mazorquera de su padre Leandro.
        Ver, o mejor dicho, imaginar en la horca a esos dos hombres tan sanguinarios nos deja un sabor amargo de final, si no feliz, al menos, de cierta venganza social, que en el libro es el comienzo. El comienzo de una historia llena de intrigas, luchas, batallas, engaños, arreglos con tropas enemigas, intentos de ocupar nuestra patria, asesinatos, torturas, muerte. El libro de Di Meglio describe un panorama que, para el que no lo conoce a fondo y se encuentra con el tema, resulta desolador. A cada página se describe una muerte, y nos vemos corriendo por esas calles de Buenos Aires, húmedas y frías, en la noche, intentando escapar de las huestes mazorqueras. Como las muertes de los cuatro muchachos de la clase pudiente, y nos imaginamos lo que estas muertes significarían para la época. Y corriendo a su vezpor las calles de Montevideo, hasta donde llegaba el largo brazo de Restaurador.
Rosas, el Exterminador de la Anarquía, del sitio Wikipedia 
        Claro que los unitarios, a su vez, pactaban con fuerzas extranjeras, que no dejaban de intentar lo que ya en 1806 y 1807 habían pretendido: quedarse con las ricas colonias que fueran de España, y explotarlas en su provecho propio. Tradición que continuó con la toma de las Malvinas, que se niegan a devolvernos hasta el día de hoy. Lucha incansable de este hombre Rosas para atacar frentes internos y externos a la vez, y que logró, probablemente usando métodos jacobinos, mantener unida a una República que se disgregaba como la arena con el viento.
        Dice María Sáenz Quesada en su libro sobre la vida de Mariquita Sánchez, en casa de la cual la tradición argentina insiste en que se tocó el Himno Nacional por vez primera:
  “El primero de diciembre de 1829 Rosas fue electo Gobernador de Buenos Aires. Comenzaba así su larga hegemonía a escala nacional y se aproximaban años difíciles para quienes no estuvieran dispuestos a incorporarse sin condiciones al nuevo esquema político del a provincia y de la Confederación. Porque ésa era la época, según ha señalado Parish Robertson, en que la amable sociabilidad porteña del período 1817-1820 se quebró. La implacable lucha facciosa puso a unas familias frente a otras. Dorrego era la víctima que simbolizaba esta era de renovada violencia. Pero su nombre sería una bandera de lucha para el nuevo gobernador y de ningún modo un ejemplo a seguir en materia de pacificación y tolerancia”.
Recordemos que, al ser francés el segundo marido de Mariquita, Jean –Baptiste Washington de Mendeville, intentaron atacar su casa y le costó mucho esfuerzo a Mariquita convencer a una turba furiosa de que se retiraran. Algo de ascendiente tenía sobre las masas, aquella que fuera una verdadera mujer política desde su hogar, y que según cuenta Alfred de Brossard, era hermana de leche del Restaurador Don Juan Manuel de Rosas.
        Hemos consignado, en renglones que le siguen a este texto, uno de los poemas de José Mármol, quizá poemas de una virulencia pocas veces vista en la literatura, tal es el odio que Mármol tenía hacia el Restaurador de las Leyes. Y así también eran los cantos a favor, como cuenta Juan Jacobo Bajarlía en el libro “Rosas y los asesinatos de su época”:
        “El mismo Lamadrid, tránsfuga impenitente, dos veces federal y dos veces unitario, escribió, a comienzos de 1840, una canción alusiva que entonó junto con sus soldados cuando se dirigía al norte para sofocar aquella coalición que luego le contaría por uno de sus jefes”. Sigue Bajarlía: “Hela aquí. Se trata de una vidalita:
Perros unitarios –
Vidalitá-
Nada han respetado -.

A inmundos franceses –
Vidalitá -
Ellos se han aliado –
       “Piénsese por un instante, lo que hubieran hecho franceses e ingleses, las dos naciones más poderosas de su tiempo, de haber triunfado en su empecinada guerra. Hubieran decapitado a Rosas, lo que no importaría, y so pretexto de seguir ayudando a los unitarios, se habrían quedado con una parte de nuestro país. ¿Quién podría afirmar lo contrario? ¿Quién podría garantizar la conducta del triunfador?”.
        Claro que muertes sobran, pero en el libro de Di Meglio faltan muertes, que sí comenta Mariquita, como la de Camila O’Gorman. Claro que era difícil para Rosas, sino imposible, sacar adelante a una nación que se niega a serlo, enredada en la intrincada trama del egoísmo y las luchas personales, en lo que Di Meglio considera “una de las épocas más complejas, turbulentas y llamativas de la historia argentina”.
        Y de estas épocas quedó el recuerdo, agigantado por las leyendas contadas de boca a boca, de un Don Juan Manuel absolutamente cruel y que mandaba a fusilar sin titubear. Quizá Don Juan Manuel leyó "El Príncipe" (como Don Napoleón Bonaparte),  quizá no, cuando Maquiavelo dice:
        “Prosiguiendo con las otras características mencionadas, digo que todo príncipe debe desear ser tenido por compasivo y no por cruel; sin embargo, ha de estar atento a no hacer mal uso de su compasión.  (…)
Por tanto, un príncipe no se debe preocupar de que le tachen de cruel, si a cambio mantiene a sus súbditos unidos y leales, porque con poquísimos castigos ejemplares será más compasivo que aquellos que, por demasiada piedad, dejan continuar los tumultos que ocasionan matanzas o rapiñas, ya que estas últimas sueles perjudicar a toda una comunidad, mientras que las ejecuciones ordenadas por el príncipe perjudican tan sólo a un individuo.  Y de entre todos los príncipes, al príncipe nuevo, al estar los estados nuevos llenos de peligros, le es imposible evitar que le llamen cruel.(…)
Sin embargo, debe ser ponderado en sus juicios y en sus actuaciones, no tener miedo de sí mismo y proceder moderadamente con prudencia y humanidad, para que la demasiada confianza no le haga incauto y la demasiada desconfianza no le vuelva intolerable.
De esto surge una discusión: si es mejor ser amado que temido, o al contrario. La respuesta es que sería conveniente tanto lo uno como lo otro.    Pero, como es muy difícil reunir ambas cosas, es mucho más seguro ser temido que amado, en el caso de que haya de prescindirse de una de las dos.
Porque de los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, hipócritas, huyen del peligro y están ávidos de ganancia; y mientras te portas bien con ellos y no los necesitas, son todo tuyos, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida, y hasta a sus hijos, como dije antes. Pero, cuando llega el momento, te dan la espalda. Y aquel príncipe que lo ha basado todo en sus promesas, al encontrarse falto de otros preparativos, se hunde.(…)
El príncipe, sin embargo, debe hacerse temer de tal modo que, si no consigue el amor, al menos evite el odio, porque es perfectamente posible se temido y no odiado. Esto lo conseguirá siempre que se abstenga de tocar los bienes y las mujeres de sus conciudadanos y de sus súbditos. Y si le fuese necesario proceder contra la familia de uno de ellos, deberá hacerlo cuando haya una causa manifiesta y conveniente justificación.(…)
Pero cuando el príncipe está con sus ejércitos y tiene bajo sus órdenes a una multitud de soldados; entones es absolutamente necesario no preocuparse de que  unos le llamen cruel; pues, sin esta fama, no se mantiene nunca el ejército unido ni se lleva a cabo una operación militar.(…)
Concluyo, pues, volviendo a lo de ser temido y amado, que puesto que los hombres aman cuando a ellos les viene bien, y temen cuando le viene bien al príncipe, un príncipe sabio debe apoyarse en lo que es suyo y no en lo que es de otros; tan sólo debe ingeniárselas, como hemos dicho, para evitar que le odien”.
Cuadro del artista plástico Plat, sobre la presencia de Esclavas Negras que se acercan al Restaurador para
agradecerle su libertad. 
Y ese odio es el que lleva a intentar asesinar a Rosas, al menos, en una oportunidad, con la famosa “máquina asesina” que le envían,  y que por casualidad intenta abrir Manuelita, su hija. Y que finalmente, ese odio logra terminar con el Gobierno que parecía absoluto, inacabable, en la Batalla de Caseros, con el General Justo José de Urquiza al frente. Dice en una carta Doña Mariquita Sánchez de Mendeville:
“Juan, qué sorpresa te voy a dar! Rosas ha caído! ¿lo creerás? Yo tengo el pulso que me late como el corazón.. . Se han batido, Rosas a la cabeza, han peleado, gran mortandad. En la ciudad se promovía un arreglo porque se hacían barricadas y zanjas. Se ignora la suerte de Rosas. Lo cierto es que ha sido una batalla formal sostenida por nuestros desgraciados argentinos hacia sacrificarse más de 4.000 hombres que ha perdido Rosas. Pacheco prisionero. La batalla ha sido entre San Isidro y los Santos Lugares”. En Montevideo, donde se encontraba Mariquita en ese momento, y adonde llega la noticia gracias al buque Manuelita, que hacía el recorrido Buenos Aires-Montevideo, ella dice que hay “repiques,  cuetes que se viene abajo todo… Si un día veo esta tierra de mis lágrimas constituida de un modo que su libertad quede asegurada ¡qué contento será el mío!”. “Considera mi agitación al no saber de ti, al oír que hay 4.000 muertos, 30 fusilados y saqueos… ¡Considera cómo estaré! Jamás hemos carecido tanto de noticias como ahora que hay tantos motivos para desearlas. Una noticia prolija y cierta no hay. Dime cómo está la familia. ¡Cómo se habrán asustado!.
 Mazorquero, óleo por Juan Manuel Blanes
        Y al fin, la tiranía terminó. El libro de Di Meglio no llega hasta este momento crucial en la vida política y social argentina. De todos modos, abarcar en más de 200 páginas una época tan conflictiva, es un desafío. Sale bien parado Di Meglio de esta tremenda tenida. Claro, descriptivo, el libro nos propone una pintura de época que deberá acompañarse de otros textos, a favor y en contra del héroe (para algunos) o del tirano sangriento (para otros). Algunas cosas nos llamarán la atención, como la impunidad de la Mazorca, que no deja de recordarnos, muchos años más tarde, más de un siglo después, la Policía Bonaerense de Ramón Camps en la época del Proceso de Reorganización Nacional. La misma impunidad, el mismo saqueo. ¿La misma “obediencia debida” al Restaurador, o la Mazorca mataba por su cuenta? Preguntas que la Historia aún no ha contestado, y que este libro de Gabriel Di Meglio, que recomendamos ampliamente, no intenta cerrar.
        Porque cuando las etapas históricas tienen odios tan feroces, quizá deban pasar muchos siglos antes de que cierren heridas tan importantes, y se pueda ver con ojos limpios las turbias pasiones de épocas tan terribles de nuestra historia.

DOCUMENTAL SOBRE JUAN MANUEL DE ROSAS
Documental sobre Don Juan Manuel de Rosas en Youtube

Rosas
El 25 de MAYO DE 1850
José Mármol 
¡Rosas! ¡Rosas! Un genio sin segundo
formó a su antojo tu destino extraño:
después de Satanás, nadie en el mundo,
cual tú, hizo menos bien ni tanto daño.

Abortado de un crimen, has querido
que se hermanen tus obras con tu origen;
y jamás del delito arrepentido,
sólo las horas de quietud te afligen.

Con las llamas del Tártaro encendidas
una nube de sangre te rodea;
y en todo el horizonte de tu vida
sangre, ¡bárbaro! y sangre, y sangre humea.

Tu mano conmoviera como el rayo
los cimientos de un templo, y, de repente,
desde el altar los ídolos de Mayo
vertieron sangre de su rota frente. 

La Justicia se acerca religiosa
a llamar en la tumba de Belgrano;
y ese muerto inmortal le abre la losa,
alzando al cielo su impotente mano.

La libertad se escapa con la gloria
a esconderse en las grietas de los Andes; 
reclamando a los hielos la memoria
de aquellos tiempos en que fueron grandes.

Los ídolos y el tiempo desaparecen;
se apagan los radiantes luminares,
y en sangre inmaculada se enrojecen
los fragmentos de piras y de altares. 

Gloria, nombre, virtud, patria argentina,
todo perece do tu pie se estampa
todo hacen polvo, en tu ambición de ruina,
bajo el casco los potros de tu pampa

Y bien, Rosas, ¿después? Tal es –atiende-
la pregunta de Dios y de la historia:
ese después que acusa o que defiende
en la ruina de un pueblo o en su gloria.

Te nombrarán las madres a sus hijos
cuando asustarlos en la cuna quieran:
y ellos, temblando y en tu imagen fijos,
se dormirán soñando que te vieran.
Los trovadores pagarán tributo
a los cuentos que invente tu memoria;
y execrando tus crímenes sin fruto,
rudo y vulgar te llamará la Historia. 

¡Ah, que casi tus crímenes bendigo,
ante el enojo de la Patria mía,
porque sufras tan bárbaro castigo
mientras alumbre el luminar del día!

Porque mientras el sol brille en el Plata
aquel castigo sufrirás eterno;
nunca a tu nombre la memoria ingrata;
nunca a tu maldición el pecho tierno.

Y por último azote de tu suerte,
verás al expirar que se levanta
bello y triunfante y poderoso y fuerte
el pueblo que ultrajaste con tu planta.

Pues no habrá en él, de tus aleves manos,
más que una mancha sobre el cuello apenas;
que tú no sabes, vulgo de tirano,
ni dejar la señal de tus cadenas. 
José Mármol, del sitio Wikipedia 
Biografía de JOSÉ MÁRMOL 
        José Mármol (Buenos Aires, 2 de diciembre de 1817 – íd., agosto de 1871) fue un poeta, narrador, periodista y político argentino perteneciente al romanticismo cuyo nombre completo era José Mármol Zavalera. Sus padres fueron Juan Antonio Mármol, natural de Buenos Aires, y María Josefa Zavalera, natural de Montevideo y fue bautizado el 3 de enero de 1818.
        Paradigma de los llamados, en su país, “poetas de la proscripción”, sufrió en carne propia la cárcel y el destierro a causa de su odio a Rosas, caudillo federal  argentino que dirigiera los destinos de la nación durante largos años.
        Convergen en su obra, inescindiblemente, lo literario y lo autobiográfico. Entre sus señaladas influencias se cuentan Byron, Espronceda, Zorrilla y Chateaubriand. Desterrado en Montevideo, destaca por sus invectivas en prosa y en verso contra el líder popular de su país. Sus conocidos “Cantos del peregrino” (1847), escritos de un malogrado viaje en barco a Chile, duarnte el cual estuvo a punto de naufragar, se hallan entrelo más representativo de su obra poética. En 1851 aparece su segunda colección de versos, “Amonías”, en donde sobresale su desbordado “Canto de los proscriptos”. También prueba sus armas en el teatro, con dos dramas plenamente románticos: “El cruzado” y “El poeta”, de 1841 y 1842, respectivamente, en los que vibra su amor a la libertad. 
    Posteriormente, con “Amalia” (1851), señala el inicio de la novela argentina. Obra de acción convencional, famosa en su tiempo, donde combina el realismo minucioso de las descpcines y la coincidencia de personajes históricos y de ficción.
      Fue también parlamentario y diplomático. Finalizado su destierro con la caída de Rosas, vuelve a su patria. 
Del libro “Cien Años de Poesía Hispanoamericana” de Alfredo Quiroga, Colección Libro Amigo de Editorial Bruguera, primera edición diciembre de 1974, Barcelona, España. 

Citas de Mariano Moreno, del libro “Textos de Ayer para la Argentina del Mañana – Cartas, Anécdotas y Testimonios”, Mariano Moreno, de la Revista VIVA del Diario Clarín, una publicación de Arte Gráfico Editorial Argentino S.A., que acompaña a la revista del domingo 26 de mayo del año 2002.
Gabriel Di Meglio, “¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en tiempos de Rosas”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, Argentina, año 2007.
Juan Jacobo Bajarlía, “Rosas y los asesinatos de su época”, prólogo de José Antonio Saldías, Editorial Araujo, Buenos Aires, 1942.
María Sáenz Quesada, “Mariquita Sánchez – Vida Política y Sentimental”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, primera edición año 1995.
Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe”, comentado por Napoléon Bonaparte, Ediciones Nuevo Siglo, para el Diario Crónica, año 1994.
Imagen de la tapa del libro "Mueran los salvajes unitarios - La Mazorca y la política en tiempo de Rosas" - Del sitio Me gusta Leer.
http://www.megustaleer.com.ar/ficha/9789500728751/mueran-los-salvajes-unitarios
Cuadro del Restaurador de las Leyes Don Juan Manuel de Rosas - Del sitio Diario El Pregón de la Plata.
http://diariopregon.blogspot.com.ar/2012/08/sonando-un-pais-normal.html
Foto de Gabriel Di Meglio - Del sitio Me gusta Leer.
http://www.megustaleer.com.ar/autor/45934/gabriel-di-meglio
Imagen de Rosas, el Exterminador de la Anarquía - Del sitio Wikipedia.
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Manuel_de_Rosas#mediaviewer/Archivo:Rosas,_exterminador_de_la_anarqu%C3%ADa.jpg
Cuadro sobre "Mazorquero" de Juan Manuel Blanes - Del sitio Wikipedia.
http://es.wikipedia.org/wiki/La_Mazorca
Imagen de José Mármol – Del sitio Wikipedia.
José Mármol – Del sitio Wikipedia. 

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