La dolorosa ternura de una historia terrible

Es cierto que mi forma es muy extraña,
pero culparme por ello es culpar a Dios;
si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo
procuraría no fallar en complacerte.
Si yo pudiese alcanzar de polo a polo
o abarcar el océano con mis brazos,
pediría que se me midiese por mi alma,
La mente es la medida del hombre.
        El Narrador Omnisciente, el que todo lo sabe y todo lo ve, llega a escena con dos valijas. Trae muchos elementos que irán saliendo de allí, uno a uno, como conejos de la galera de un mago. Bueno, hay que decir que un Narrador Omnisciente es justamente un mago en la Literatura: sabe todo lo que al personaje le va a suceder. Todo lo que poco a poco irá conociendo el lector, o en este caso, el público.
Así, el Narrador, que va sacando de su valija la corbata de quien luego sería el médico, la cofia de quien luego sería la enfermera, la máscara de quien luego sería el Hombre Elefante, también va armando la camilla donde al Hombre Elefante se lo estudiará, donde se le dará atención, donde se lo cuidará.
Y este Narrador, que es también el que marca las horas de esta tragedia humana, desgarradora, será el empresario que lucra con la exposición del “Terrible Hombre Elefante”, será el que lo castiga, será el que lo humilla, será el que (de acuerdo con la historia real) se roba su dinero y lo deja librado a su suerte. Y se irá, guardando todas sus cosas nuevamente en la valija, luego de haber mostrado toda la historia, la sensible y tremenda historia del Hombre Elefante. Y nuestras  lágrimas, claro. Y una enorme cantidad de aplausos merecidos.
Valga esta introducción para la explicación de la obra que tanto nos conmovió, “El Terrible Hombre Elefante por el Narrador Omnisciente”, basada en la película de David Lynch, “The Elephant Man”, del año 1980, y que el sábado pasado, 25 de mayo, dio su última función en el Teatro Polaridades de Andrés Baranda 842, de Quilmes. Con una sala a lleno completo, con la presencia de directores y actores de este metiér tan hermoso y profundo como es el teatro, y con un firme y cerrado aplauso final, sufrimos y nos movilizamos interiormente por la tragedia del hombre que había nacido con tal deformidad que, a fines del siglo XIX, recibió el nombre de “El Hombre Elefante” y que constituyera una atracción de feria hasta que pudo recibir la atención y el reconocimiento que merecía.
Decirlo en pocas líneas no es difícil, vivirlo debe haber sido un auténtico calvario, y llevarlo a la pantalla, una tarea no menor. En la película, John Hurt interpretaba a John Merrick, el hombre deforme, mientras que Anthony Hopkins era el médico benevolente que lo rescataba del martirio, el doctor Treves. Anne Bancroft era la actriz y cantante Kendall, que le dedicaba su actuación y lo saludaba desde el escenario, cuando él ya no era una simple atracción animalesca, sino un ser humano que disfrutaba de la Ópera con enorme sensibilidad. Sir John Guielgud completaba la escena con una de sus tantas actuaciones memorables.
El resultado era una película casi monocromática, en blancos, negros y grises, y de un dolor tan profundo que pocos se atrevieron a verla por segunda vez. Porque si bien el sufrimiento del Hombre Elefante es enorme, lo peor es el espejo donde la Humanidad veía su enorme miseria, su enorme capacidad de maldad y violencia contra el más débil. Pocas veces el ser humano se ha visto reflejado tan acabadamente en esas voces del odio, en esa agresión que nace de las entrañas y va dirigida directamente hacia el ser que está imposibilitado de defenderse. Pocas veces el ser humano se dio cuenta qué tan poco humano es, y cuánto camino debe recorrer para conocer la piedad y ejercitar la compasión.
Mucho más dulcemente, la versión de Marcelo Pressel, el director del “El Terrible Hombre Elefante por el Narrador Omnisciente” nos describe con precisión el mismo concepto, pero en formas teatrales más sensibles, más cercanas a nuestro corazón. En una producción que realiza junto a Jorgelina Espil, Pressel (que dentro de muy pocos días volverá a presentar la excelente “Te desafío amor” en el mismo Teatro Polaridades donde recibiera tantos aplausos), presenta esta obra donde lo acompañan Gustavo López (como el Doctor Fréderick Treves), Blanca Vigo (como la Enfermera y la Señora Kendall), Horacio Di Pietro (como el Narrador) y en el papel más difícil, Gabiló (como el sufriente Hombre Elefante).
Se suma el Diseño Gráfico de Yamila Pacalay, la Producción Gráfica de Silvia Corrales y Horacio Di Pietro, la Operación de Sonido de Pepo Maciel, la Fotografía de Javier Castelo, y como ya dijimos, la producción de Jorgelina Espil y la Dirección de Marcelo Pressel.
Castigado, humillado por los golpes y las burlas, desdeñado por la sociedad, fue rechazado por todos menos por su madre, por la que el Joseph Merrick de la historia real guardaba un amor increíble. Luego que ella muriera, todo se convirtió en Infierno, como suele presentarse el mundo para la inmensa masa de débiles que no pueden defenderse, niños, mujeres, ancianos, animales. Quien tiene el poder de golpear, de humillar, de vejar, de torturar, en este mundo lo tiene todo, porque quien tiene ese poder, no se priva de usarlo y considerarse a sí mismo, “superior”.
        “Es la historia del mundo”, dirán, pero nosotros, desde nuestro programa, no estamos de acuerdo. Gente hubo a lo largo de la historia que demostró valores diferentes, que, como diría Sócrates, ha preferido “sufrir una injusticia antes de provocarla”. Pero falta mucho camino por recorrer para hacer real la evolución espiritual del ser humano, para que pueda orientar y contener la violencia profunda que ha recorrido todos los renglones de la Historia. Joseph Merrick, el verdadero “Hombre Elefante”, lo padeció todo, todos los golpes, todas las burlas, todos los desprecios.
        Sólo el Amor, que nunca perdió en su corazón, lo rescató, porque lo encontró en medio de un circo horroroso de fines del siglo XIX, donde los “fenómenos” hacían que los empresarios se ganaran la vida mientras ellos recibían latigazos y un plato de comida. Tal vez fue porque él llevaba el Amor en su corazón, el Amor que le dio su madre, y el Amor, que busca siempre su igual, lo encontró y lo salvó. Vivió muy poco, pero nos dejó esta historia tan difícil de representar, y que los actores de Pressel nos vuelven a contar para que nunca  la olvidemos. Y que no olvidaremos, especialmente con la frase que tanto nos conmovió, cuando Merrick grita ““¡No! ¡No soy un elefante! ¡No soy un animal! ¡Soy un ser humano! ¡Soy una persona!”.
Nos vuelven a decir que la piedad es posible, y aunque hoy aún sea una moneda valiosa y difícil de hallar, un día, y gracias al teatro, entre otras cosas, será moneda que irá pasando por más manos y nos hará ganar a todos. Porque nos hará ganar la larga lucha para que aquel Homo Sápiens se transforme en Hombre.
El verdadero Joseph Merrick, “El Hombre Elefante”
Joseph Carey Merrick (Leicester, Inglaterra, 5 de agosto de 1862 - Londres, 11 de abril de 1890) también conocido como "El Hombre Elefante", se hizo famoso debido a las terribles malformaciones que padeció desde el año y medio de edad. Condenado a pasar la mayor parte de su vida enrolado en el mundo de la farándula, sólo encontró sosiego en sus últimos años de vida. A pesar de su desgraciada enfermedad, sobresalió por su carácter dulce y educado, así como por una inteligencia superior a la media que sólo pudo demostrar en sus postrimerías. Aunque todavía no se sabe con absoluta certeza, se cree que Joseph pudo haber padecido una grave variación del síndrome de Proteus, del cual podría representar el caso más grave conocido hasta el momento.
Merrick llegó a describirse a sí mismo
Mi cráneo tiene una circunferencia de 91,44 cm, con una gran protuberancia carnosa en la parte posterior del tamaño de una taza de desayuno. La otra parte es, por describirla de alguna manera, una colección de colinas y valles, como si la hubiesen amasado, mientras que mi rostro es una visión que ninguna persona podría imaginar. La mano derecha tiene casi el tamaño y la forma de la pata delantera de un elefante, midiendo más de 30 cm de circunferencia en la muñeca y 12 en uno de los dedos. El otro brazo con su mano no son más grandes que los de una niña de diez años de edad, aunque bien proporcionados. Mis piernas y pies, al igual que mi cuerpo, están cubiertos por una piel gruesa y con aspecto de masilla, muy parecida a la de un elefante y casi del mismo color. De hecho, nadie que no me haya visto creería que una cosa así pueda existir.
El poema de Watts
        Joseph Merrick siempre impresionó por su especial sensibilidad. Un reflejo de ello es un cuarteto que escribió y que unió a otros cuatro versos del poeta y pastor protestante Isaac Watts que escribió tres libros de poesía. Los baptistas suelen usarlos como himnos cantados en sus servicios religiosos. Éste en concreto, que parece el favorito de Joseph, se encuentra en el libro segundo de Horae Lyricae. Es un fragmento de un poema titulado False Greatness ("Falsa Grandeza" cuyos cuatro primeros versos son de Merrick, los cuatro últimos de Watts) y cuya traducción inicia esta nota:
Is true that my form is something odd,
But blaming me is blaming God;
Could I create myself anew
would not fail pleasing you.
If I could reach from pole to pole
Or grasp the ocean with a span,
I would be measured by the soul
The mind´s the standard of the man.
Dice la crítica de cine 
El ‘Adagio para cuerdas’ del compositor estadounidense Samuel Barber, considerada por muchos melómanos como una de las expresiones más perfectas del dolor y la tragedia, y que está incluida sobre estas mismas líneas y en la música del segundo largometraje de David Lynch, acompaña los últimos momentos de la película y de la vida de John Merrick (el tristemente célebre hombre elefante, de verdadero nombre Joseph Merrick), y es imposible imaginar mayor humildad y belleza en esos momentos.
Humildad y belleza porque, a pesar de que incluyendo este tema desolador podría pensarse que el relato cae en los pantanosos terrenos del melodrama, jugando por tanto a hacer un espectáculo del dolor, en realidad se erige como homenaje a la dignidad y la lucha de un hombre asombroso, cuya enfermedad es una de las mayores tragedias íntimas de que hay noticia, pero mayor tragedia fue el desprecio, el maltrato, la humillación de la mayoría de personas que se cruzaron en su vida, que son los auténticos monstruos de esta historia devastadora.
La película “The Elephant Man” (El Hombre Elefante) 
"El hombre elefante" (The Elephant Man) es una película estadounidense de 1980 basada en la historia real de Joseph Merrick (llamado John Merrick en la película), un hombre gravemente deformado que vivió en Londres durante el siglo XIX. La película fue dirigida por David Lynch y protagonizada por John Hurt, Anthony Hopkins, Anne Bancroft, John Gielgud, Wendy Hiller, Michael Elphick, Gordon Hannah y Freddie Jones. El guion fue adaptado por Lynch, Christopher De Vore, y Eric Bergren de los libros "El Hombre Elefante y Otras Reminiscencias" (1923) de Sir Frederick Treves y "El Hombre Elefante: Un Estudio de la dignidad humana" de Ashley Montagu. Se rodó en blanco y negro. La película fue un éxito crítico y comercial, y recibió ocho nominaciones a los premios de la Academia, incluyendo Mejor Película en 1981.
Enlace para ver gratis “El Hombre Elefante”:
http://es.gloria.tv/?media=328966
Fuente: “El Hombre Elefante (película)” – Wikipedia.
http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_elefante_(pelicula)
Fuente: John Merrick – Wikipedia.- Foto real tomada por los doctores.
http://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Merrick
Película “El Hombre Elefante” - Del sitio “Blog de cine” –
http://www.blogdecine.com/fichas/cine-de-autor/el-hombre-elefante
Foto del afiche de la película del año 1980
boommoon.wordpress.com
Foto de una de las escenas de la película
lo-dice-diana-aller.blogspot.com
Foto del Hombre Elefante en el palco – Del sitio Sensacine
http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-180/fotos/detalle/?cmediafile=18844341
Afiche presentación de la obra - Cortesía de Rodya Rod en facebook.
http://www.facebook.com/rodya.rod?fref=ts

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4 comentarios:

  1. Laura Sánchezmayo 28, 2013

    Excelente nota Adriana! Ya el título nos dice todo: "La dolorosa ternura de un historia terrible". Y eso es, justamente, lo que se percibe en la adaptación de Pressel. Aprovecho nuevamente, para felicitar a todos los que hicieron posible esta historia.Y sigamos pasando esa moneda, a través del teatro, que como bien citas en tu artículo,"nos hará ganar la larga lucha para que aquel Homo Sápiens se transforme en Hombre". Un abrazo fuerte para todos.

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    1. Muchas gracias por tu hermoso comentario, Laura! Y sí, que de eso se trata, hacer el Hombre un Hombre verdadero, más humano, más amplio, más bueno. Un gran abrazo para todo el Elenco Luz y Sombra, y para la hermosa Juana Azurduy!

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  2. Muy buena nota, Adriana. Felicitaciones.

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    1. Muy amable, Elenco! Y muchos éxitos en todo lo que emprendan! Nos vemos pronto!

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