Cuentos para niños

Un menú de rechupete
        Don Cosme tiene un restaurante muy bonito, justo en la esquina de las calles Los Pinos  y Los Alerces.
      Cada mesita tiene su mantelito y sus servilletas, porque a Don Cosme le gusta que todo se vea bien limpio y prolijo. Pero lo que más le interesa es que los clientes estén bien atendidos.
        Por eso habló seriamente con el cocinero y le dijo:
        -¡Escúcheme, quiero que la comida sea rica, muy rica, y que esté lista en un periquete!.
        - Bien, señor-dijo serio el cocinero, ajustándose el gorro.
       -¡Y que quede bien claro: el cliente siempre tiene razón. Porque la gente acá viene a comer, y quiero que coman bien! -agregó Don Cosme.
        -¡Bien, señor. Cómo no, señor!-contestó el cocinero.
         Y así habló con todos los empleados. 
       Justo en ese momento entra el señor Tapia, que venía para trabajar de mozo. Pero Don Cosme no sabía que Don Tapia era sordo como su nombre, digo, como una tapia, y no se imaginaba los líos en que este señor lo iba a meter.
        El primer cliente pidió “Mondongo a la Portuguesa”, y Don Tapia, en su libretita, anotó:
-Bobongo a la Tortuguesa.
        El segundo cliente pidió “Escalopines al Marsala”, y Don Tapia anotó:
        -Calzolines con la pala.
        El tercero pidió “Filetes de Merluza a la Romana”, y Don Tapia anotó:
        -Firuletes de Lechuza a la Banana.
        Para terminar, el cuarto pidió “Mejillones, Jamón a la Mimosa y Chupín de Corvina”, y Don Tapia anotó:
        -Pellizcones a la Mona Mimosa y Chupetín de Cortina.
      Y como era un mozo muy eficiente, se fue volando a la cocina y le entregó el pedido al cocinero. El cocinero, por supuesto, no entendía ni jota, y le dijo que no había nada de eso para servir. Pero recordó que Don Cosme le había dicho que el cliente debía ser bien atendido y se puso a buscar en un enorme libro de recetas, para cocinar lo que los clientes habían pedido. O mejor dicho, lo que él creía que habían pedido.
      A todo esto, el tiempo pasaba y pasaba y la comida no aparecía, así que el segundo cliente llamó al mozo y le preguntó que pasaba con la comida, y Don Tapia le respondió que iba a tardar un poquito, porque no había.
        -Bueno –dijo el cliente.-Entonces tráigame Pato con Salsa Muselina.
        -Cómo no, señor. Y Don Tapia anotó:
        -Un gato con capelina- y se fue volando a la cocina.
      Cuando el cocinero vio el pedido, puso el grito en el cielo: “¡Cómo voy a cocinar un gato con capelina!. Vaya y dígale a ese señor que aquí no cocinamos cosas raras!”.
       -¡Dice el cocinero que se deje de pavadas!- repitió Don Tapia.
       -¿Pavadas yo?. Aquí parece que no quieren atenderme. ¡Hablaré con el gerente!- dijo el cliente.
      -Déjeme a mí, que yo le explico- dijo Don Tapia, para arreglar las cosas-¡Dice el cliente que tiene un sapo en la frente!.
        -¿Un sapo yo?-dijo Don Cosme -¡Pero si éste es mi mejor cliente!.
        -¡Que si viene lo deja sin dientes!- trasmitió Don Tapia.
       -Ah, ¿sí?, ¡ahora veremos!- dijo el cliente enojado, y se fue a pelear con Don Cosme. ¡Y qué lío se armó!.
      Los otros clientes, cansados de tanto esperar, también se pusieron a pelear. Y al rato apareció el cocinero, que no encontraba ninguna de las recetas raras que le habían pedido y, como había perdido la paciencia,  empezó a dar librazos de cocina a todos los contrincantes.
        Don Tapia los miró asombrados y se dijo: “Yo no sé porqué se pelean... ¡si el cliente siempre tiene razón!”.

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