Comida S.A.

Alimentación 
REVISTA HECHO EN BUENOS AIRES 
Sección: “A CULTIVAR QUE SE ACABA EL MUNDO”
INFORME ESPECIAL
Por Adriana Sylvia Narvaja
Para “Algo Especial Protagonista del Presente”
Especial Babel Books Inc.
Plato único: LOS AGRONEGOCIOS

¿De dónde viene mi comida? ¿Quién y cómo la elaboró? HECHO EN BUENOS AIRES investigó y destapa la olla: Son cuatro megaempresas de agronegocios las que tienen el sartén por el mango de casi 80% de la cadena alimentaria mundial. Desde la semilla hasta la ubicación del producto en el estante del supermercado. INFORME: CELESTE DEL BIANCO Y AYELÉN VELÁZQUEZ.
          ¿Cuánto sabemos sobre los alimentos que compramos en el súper, en el almacén, en el kiosco, en el tren, o los que servimos en nuestra propia mesa? La gran mayoría responderá que poco y nada.
          “Food, Inc” (en castellano, “Alimentos S.A.”)  es un documental estadounidense (2009) de Robert Kenner que nos pasea por las entrañas de la industria alimentaria, y nos muestra cómo a menudo esta industria antepone los beneficios económicos a la salud del consumidor, al sustento de agricultores y granjeros y a la protección del ambiente. En una hora y media, “Food Inc” muestra los métodos que usan para obtener cosechas abundantes de granos y otros productos agrícolas. Engorde acelerado de pollos y ganado con cóctails de anabólicos y antibióticos, mientras crece sin control un sector de empleo barato y desprotegido. “Food Inc” muestra la producción masiva de alimentos, un proceso que lleva unos 47 mil productos a las góndolas de supermercados del mundo entero. Todos empaquetados e impecables gracias a los químicos y a las artimañas del márketing. La comida rápida y barata que compone esta cultura alimentaria es el caldo de cultivo de una sociedad obesa, mal alimentada y enferma. Que nos venden con una falsa imagen agrícola. El paquete de patitas de pollo muestra un granjero sonriente y feliz cuando la verdad de la milanesa es que ese pollo no se cría en la granja sino en fábricas. En “Food Inc” aseguran que la industria está dominada por un puñado de mega-agroempresas transnacionales que controlan todo el proceso de los alimentos, desde la concepción de la semilla hasta la llegada al supermercado, acaparan la tierra y destruyen el clima. Y no quieren que sepamos la verdad sobre qué comemos. 
         HECHO EN BUENOS AIRES habló con expertos y activistas, leyó informes, y descubre que en todas partes se cuecen habas: aunque este documental investiga la situación de la industria alimentaria en Estados Unidos, sus revelaciones hablan de una tendencia global. Y que la maquinaria de la producción de alimentos está sostenida por cuatro o cinco megaempresas. 

La Corpo del Morfi 

Lo llaman el bloque ABCD: ADM, BUNGE, CARGILL Y (LOUIS) DREYFUS, por las iniciales de sus nombres. Son las cuatro grandes compañías comercializadoras de materias primas. Controlan entre el 75 y 90% de la comercialización mundial de granos alimentarios, tienen un papel central en el sistema agroalimentario a escala mundial y concentran las exportaciones agrícolas en Argentina. Son las empresas que protagonizan la llamada “revolución del supermercado”, que en la actualidad, su actividad llega hasta los campos de cultivo, que a veces están al otro lado del mundo respecto a donde se vende la producción. Han desembarcado en todos los continentes, transportan las materias primas en sus propios ferrocarriles y barcos, como CARGILL OCEAN TRANSPORTATION o LUIS DREYFUS ARMATEURS. Esta extraordinaria concentración del poder que se esconde detrás de la fabricación de alimentos fue revelada por una investigación publicada en agosto del 2012 por la ONG OXFAM, dedicada al comercio justo y el trabajo con pequeños productores del mundo entero. 
Las ABCD no sólo operan con las materias primas sino que lo hacen a lo largo de toda la cadena productiva. “Desde el campo en el que se produce pasando por el procesamiento de los alimentos hasta llegar a tu mesa: suministran semillas, fertilizantes y agroquímicos a los productores para luego adquirir sus productos, almacenándolos en sus depósitos. Poseen la tierra, son dueños de productoras ganaderas y avícolas, procesadoras, transportistas y son productoras de biocombustibles. Y como si esto fuera poco, ofrecen servicios financieros en los mercados de materias primas. Han sido clave en el proceso de la transformación de la producción de alimentos en un negocio complejo y globalizado. Los precios de los alimentos, el acceso a recursos escasos como la tierra y el agua, el cambio climático o la seguridad alimentaria, todos ellos se ven afectados por las actividades de estas comercializadoras. Dominan el mercado de cereales de forma aplastante, en detrimento de los pequeños productores locales del mundo”, sintetiza Jeremy Hobbs, Director Ejecutivo de OXFAM INTERNACIONAL
          Un detalle: si bien no ofrecen mucha información acerca de sus actividades (Cargill, por ejemplo, no cotiza en Bolsa y sus balances son privados) lo que hacen es fundamental para comprender los mercados internacionales (así como las políticas nacionales sobre alimentación en muchos países). No tienen una marca que proteger como es el caso de las procesadoras de alimentos como Nestlé o Kraft y son invisibles en los debates sobre políticas que afectan a productores y consumidores, y son muy cuidadosas en cuando a dónde y cuándo se involucran en el debate político, evitando el protagonismo. No obstante, existe un buen número de denuncias hacia Cargill y Bunge por transferencia de precios, con casos recientes en Argentina y Uruguay (La AFIP sancionó en abril de este año a la filial de Bunge y la acusa de evadir casi 100 millones de dólares mediante una triangulación vía Uruguay; antes habían señalado a Cargill por esa maniobra). El papel que tienen en el sistema agroalimentario es, sin dudas, fundamental. 
          Las ABCD no están representadas en el “extremo final” de la cadena de suministro agroalimentaria ni producen marcas conocidas de productos alimenticios. Tal y como afirma Cargill en su sitio web: “Usted no encontrará la marca ‘CARGILL’ en las góndolas de los supermercados, pero verá que estamos tras muchas de las marcas que conoce muy bien”. Cargill abastece a las procesadoras de alimentos: Nestlé, Unilever (los dos gigantes mundiales), Kraft y General Mills. 
          El resultado, según OXFAM redunda en que las ABCD “extraen casi todo el valor a lo largo de la cadena, mientras los costos y los riesgos recaen sobre los participantes más débiles de la cena: agricultores y trabajadores de las capas más bajas”. Según OXFAM, las ABCD dominan el negocio del procesamiento de la soja que se suele cultivar en explotaciones industriales y cada vez más a partir de semillas genéticamente modificadas. La mayoría de las semillas transgénicas las suministra MONSANTO. 

EL GRUPO ABCD
EL LADO OSCURO DEL COMERCIO DE GRANOS

Archer Daniel Midland (ADM) en 2011 alcanzó ventas netas de casi 81.000 millones de dólares. Tiene 285 plantas de procesado, y opera en más de 75 países, entre otros, en Paraguay, Argentina y Bolivia. 

Bunge, fundada en 1818 en los Países Bajos, a comienzos del siglo XIX. Presente en la Argentina desde 1884 cuando Ernest Bunge, nieto del fundador de Bung & Co, se traslada a nuestro país. Sólo recientemente ha trasladado su sede a Estados Unidos. Bunge es la mayor comercializadora de cereales de América del Sur, así como el mayor fabricante de fertilizantes de la región. Es el mayor productor, procesador y exportador de soja de América del Sur (principalmente desde Brasil y Argentina). En 2011, sus ventas netas ascendieron a casi 59.000 millones de dólares. Mayor productor mundial de aceite de soja. Como la mayoría de las multinacionales, está expandiendo sus operaciones a India y a China, donde se alió con Monsanto. 

Cargill es la empresa más grande del mundo. Sus ventas en 2011 ascendieron a casi 120.000 millones de dólares. Envasa carne, produce carne de pollo, ternera, cerdo y alimento para mascotas. Opera con maíz, cebada, sorgo, aceites vegetales, algodón, azúcar, petróleo, servicios financieros, productos farmacéuticos y de salud, biocombustibles, aceites y lubricantes, entre otros. 

Dreyfus (Louis Dreyfus) fundada en 1851 en Alsacia, tiene su sede en Francia. Es un conglomerado de propiedad familiar. Ventas netas del 2011: casi 35.000 millones de dólares. Comercializa cereales y oleaginosas, café, azúcar, trigo y arroz. Mantiene una posición de liderazgo en el mercado brasileño de etanol y posee la mayor refinería de biodiesel de los Estados Unidos. 


Plato único: LOS AGRONEGOCIOS 

MENÚ COMPLETO
Sentamos a la mesa a expertos y activistad para que nos cuenten qué componentes puede llegar a tener la comida producida por la agroindustria alimentaria. 
Por  CELESTE DEL BIANCO Y AYELÉN VELÁZQUEZ. 
          Ya sea en el desayuno, en el almuerzo, la merienda o la cena, te habrás topado con ellos. En tus barritas de cereal, en el jugo de naranja o en las milanesas. Al final del día, habrás consumido alimentos producidos por el sistema agroindustrial, atestados de agroquímicos, con grasas nocivas para la salud, que tal vez contienen, por ejemplo, edulcorantes no permitidos, derivados de transgénicos, y no habrás tenido en cuenta cómo y quiénes los elaboraron. 
          Carlos Vicente, farmacéutico, representante de la ONG GRAIN en Argentina, que apoya a los campesinos en sus luchas por sistemas alimentarios biodiversos y comunitarios, dice: “A los alimentos se les introducen elementos extraños. Uno de ellos son los edulcorantes sintéticos, sustancias químicas que no existen en la naturaleza, que están cuestionados por problemas a la salud. Todos los edulcorantes sintéticos deberían estar prohibidos”. ¿Por qué lo usan? El interés de la industria alimenticia prima por sobre el interés por la salud. Liliana Rithner, bióloga, docente e integrante del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO), explica: “Un elemento común es el JMAF, jarabe de alta fructosa, cuestionado por sus efectos al hígado. Es un endulzante alto en calorías; es menos costoso que el azúcar, se mezcla fácilmente con una enorme variedad de líquidos y además se usa como preservante para alargar la vida de alimentos en los estantes”. 
Ya que parece que los edulcorantes mantienen relaciones con el diablo, esto debería hacernos pensar que su alter ego, el azúcar, es la parte buena para endulzar. Pero Rithner nos confirma lo contrario: “El azúcar se blanquea agregándole sulfito. La gente compra el azúcar más blanca que encuentra porque lo asociacion la buena calidad y la pureza”. En cuanto a la mermelada, tenés suerte si no es gelatina coloreada. De fruta deben tener un 10 ó 20%. El resto son gelificantes, aromatizantes, edulcorantes, conservantes. La barrita de cereal tiene gelatinas de fantasía coloreadas, azúcar artificial, lecitina de soja agregada y casi el 90% se elaboran con soja transgénica. El bizcochito de grasa: aceites hidrogenados, esos que aumentan el colesterol malo (sus cadenas largas y sin dobles enlaces general moléculas de muchas ramas que ocupan “mucho espacio” y tapan las arterias). 
          Es probable que la hamburguesa que comprás en el súper tenga harina de soja o lecitina de soja, y antioxidantes agregados (por eso no se ponen negras, que es el destino de toda la carne picada). La lata de tomates tiene conservantes, aditivos prohibidos para conservar el color (derivados del óxido de hierro). Si es puré de tomates hay que fijarse en los agregados, tiene sales conservantes, benzoato de sodio. Los caldos en sobre, esas sopitas vedettes del marketing, (milagro para sostener las dietas, salvavidas para los que tienen un ritmo laboral agitado) son fatales. Graciela Draguicevich de El Galpón, centro de abastecimiento comunal de productos sin agrotóxicos advierte: “Los caldos tienen mucho químico, es una sopa hecha con verduras contaminadas por el glifosato. Esas verduras deberían ser hervidas varias horas, sin embargo, sufren un proceso artificial. Es una sopa de químicos”.
          “Toda polenta que se venden en el supermercado es mezcla de maíz transgénico con restos de glifosato. Y nosotros no lo sabemos porque no podemos ver el etiquetado. Hay que abogar por el etiquetado de los transgénicos” afirma la Doctora Graciela Gómez. 
          Si almorzás con gaseosa, te cuento algo de la Rock Star mundial de las bebidas, la famosa gaseosa morena. “El caso de la Coca Cola es emblemático pues al hecho de ser un producto artificial con un mínimo contenido de extractos vegetales se suma el secreto de su fórmula, que en algún momento le valió estar prohibida en la Provincia de Santa Fé porque el Código Bromatológico provincial prohibía comestibles con fórmula desconocida. La resolución no duró mucho. Está claro que su composición incluye ácido fosfórico y cafeína, sustancias muy cuestionables por sus acciones en el organismo” afirma Vicente. 

Carne de cañón

“La carne que consumimos proviene de animales alimentados con soja y maíz transgénicos”, cuenta a HECHO EN BUENOS AIRES la Doctora Graciela Gómez, abogada ambientalista. Parece que el recurrente glifosato es como un pulpo: “El veneno es consumido por los animales”, dice Gómez. “El agua está siendo contaminada porque los aviones fumigadores también pasan sobre grandes cursos de agua sin dejar de fumigar. La carne que consumimos no es carne de vacas alimentadas con pasto. Es los feedlots, donde se mantiene a las vacas encerradas, se las alimenta con grandes raciones de maíz y de soja, con anabólicos y antibiótico, y el excremento de los criaderos de pollo”, advierte a HECHO EN BUENOS AIRES la Doctora Gómez. Vicente coincide: “Las vacas, las gallinas y los cerdos se crían hacinadas y se les dan sustancias que después permanecen en la carne. Les dan hormonas para acelerar el crecimiento, y antibióticos para combatir las enfermedades que contraen por estar siendo criadas en esas condiciones”. 

Super Panchoooos 

La vedette, el pancho: ¿Sabías que es un producto sintético, desde la tripa, especie de piel plástica consumible, que contiene nitritos (sustancia que debería estar prohibidísima pero que es permitida en determinadas concentraciones que nadie controla?. No. “Sabemos que se está agregando harina de soja a los fideos porque es más barata. En las golosinas de Arcor, en los cereales de Kellog’s, en un montón de productos. Toda la polenta que se vende en el supermercado es mezcla de maíz transgénico, que contiene restos de glifosato. Y nosotros no lo sabemos porque no podemos ver el etiquetado. Hay que abogar por el etiquetado de los transgénicos”, afirma la doctora Graciela Gómez. “Pedimos a las madres que no le den a los chicos productos derivados de la soja, ninguna de las bebidas de ADES, que viene de la soja y no reemplaza a la carne ni a la leche materna”, agrega la doctora Gómez. “Nestlé, Kraft son grandes monstruos que procesan lo que comemos”. 
          Lo mismo ocurre con los grandes supermercados: Carrefour, Wall Mart. “Han adquirido un enorme poder y nos tienen esclavizados diciendo qué es lo que tenemos que comer, y ellos son los responsables de que se introduzcan estas sustancias nocivas a nuestra cadena alimentaria”, sentencia Vicente. 

Quien dijo que todo está perdido 

Raj Patel, economista y activista por la agricultura familiar anglo-indio ayuda a apurar una estrategia: “Creo que como consumidores, deberíamos mantenernos bien lejos de los supermercados y asegurarnos que el dinero que gastamos en comida vaya a los bolsillos de quienes ponen la fuerza de trabajo… eso lo podemos hacer consumiendo de pequeños productores sin pesticidas o agrotóxicos, y siendo partícipes activos de nuestras economías más cercanas. Tenemos que involucrarnos políticamente y tener una actitud política respecto de la alimentación”. 

LA FRUTILLA TRANSGÉNICA DEL POSTRE
¿EN QUÉ ANDA MONSANTO? 

          El 17 de septiembre hubo una marcha mundial contra la Multinacional Monsanto. Tanto en Buenos Aires como en otras ciudades, se vivieron movilizaciones importantes. ¿Por qué cada vez más gente no se quiere comer a Monsanto ni a los alimentos que ellos contribuyen a producir con sus semillas genéticamente modificadas y sus agroquímicos? Desde 1996, en la Argentina se permite el cultivo transgénico (segundo país en aprobarlo después de los Estados Unidos) sin que hubiera pruebas de su ubicuidad. “No es casual que se hayan introducido el maíz y la soja transgénica”, insiste Vicente. “Son dos de las bases de la producción industrial de alimentos: la proteína de soja, la lecitina de soja, el almidón de maíz y derivados del maíz, presentees en un montón de alimentos industrializados, desde las golosinas hasta el salame”. En septiembre, miles marcharon en Cordoba en contra de la instalación de una planta de Monsanto en Malvinas Argentinas. El Dr. Raúl Montenegro, presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente (FUNAM) y titular de Biología Evolutiva de la Facultad de Psicología (Universidad Nacional de Córdoba), descalificó el Aviso de Proyecto presentado por Monsanto al gobierno de la Provincia de Córdoba. 
“Cuesta creer que la Secretaría de Ambiente haya aprobado la construcción de la segunda planta acondicionadora de granos más grande del mundo en base a un trabajo tan incompleto, desinformado y confuso”, indicó. Y esclarece: “Prácticamente todas las etapas del acondicionamiento de semillas transgénicas generan serios riesgos sanitarios y ambientales, pues manejan o descargan tóxicos que pueden contaminar el agua, el aire y el suelo. En las plantas con depósitos de granos y sustancias químicas tóxicas la posibilidad de incendio y explosión es alta por sus dimensiones, pues sería la segunda planta mundial acondicionadora de semillas y utilizará muchos plaguicidas altamente tóxicos en sus tareas de precurado y curado de semillas. Ninguno de estos principios activos es analizado por el Aviso de Proyecto presentado por Monsanto al gobierno. La planta prevé utilizar unos 250.000 litros de plaguicidas al año”. 
          ¿Cuál es la porción del Estado? “Los gobiernos son muy responsables porque son quienes deben cuidar la salud de la población y permiten que se introduzcan estos alimentos. Los transgénicos son autorizados por el Ministerio de Agricultura de la Nación sin que se hagan estudios independientes sobre sus riesgos”, afirma Vicente. “Si bien se han creado organismos reguladores de los alimentos dentro del Estado, estos deberían ser nuestra tranquilidad, cumpliendo con su mandato de órgano contralor, y nosotros deberíamos comer con precaución pero sin miedo”, agrega. 

ALMORZARON HOY CON HECHO EN BUENOS AIRES

Carlos Vicente, farmaceútico, representante de GRAIN en Argentina: “La razón de estas sustancias nocivas no tienen que ver con que las necesitemos sino con una necesidad de las grandes empresas. ¿Para qué sirvió la Revolución Verde? Para que un puñado de empresas controle la cadena alimentaria. Monsanto controla el 90% de la producción de semillas transgénicas en el mundo”. 

Graciela Draguicevich de “El Galpón”, Centro de Abastecimiento Comunal y Producción Orgánica: “Las compañías tiene como objetivo acumular dinero, que el producto salga más barato y cobrarlo más caro, por sobre la salud de los consumidores”. 

Liliana Rithner, bióloga, integrante del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO): “Hay una clara tendencia de la fusión de empresas alimentarias y farmacológicas. De hecho, se puede ver a través de la publicidad de alimentos que éstos son presentados como remedios: para el tránsito lento, para la vitalidad, para la osteoporosis, para la actividad cardíaca, y siempre se trata de alimentos altamente modificados por la industria química, farmacológica y alimenticia”. 

Graciela Gómez, abogada, escribana, miembro de la Comisión Medio Ambiente CPACF y periodista ambiental: “La Universidad Nacional del Litoral analizó un paquete de milanesas de soja de un supermercado y aun habiendo pasado el proceso de fabricación, la milanesa tenía restos de glifosato”.

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